Los préstamos
entre lenguas siempre han existido, es una de las formas más prácticas de
satisfacer las necesidades léxicas. Gracias al gran desarrollo de los medios de
comunicación, el contacto entre las lenguas hace años que crece, impulsado,
además, por la enseñanza de idiomas en las escuelas y el aumento de los
establecimientos bilingües.
Estos préstamos extranjeros hoy están presentes en todos los ámbitos: deportivo, musical,
mercantil, nuevas tecnologías, etc. Se valen con más frecuencia de ellos
quienes tienen menos recursos léxicos para defenderse o quienes los usan para
“estar a la moda”.
¿Se deben aceptar
o rechazar los extranjerismos?
No hay una sola
respuesta, ya que hay que considerar varios matices. Una lengua no posee, hoy,
todos los recursos léxicos que necesita, sobre todo, por el rápido avance de la
tecnología y las ciencias. Se toman vocablos que constituyen la forma de
expresión de algo nuevo: un avance científico, un invento. En estos días es muy
frecuente considerar el uso de extranjerismos como sinónimo de modernidad y
distinción. Hay personas que se dedican a hacer business, en vez de negocios;
pasean en el week-end y no en el fin de semana para volver cargados de
souvenirs, en lugar de recuerdos.
Hay que tener en
cuenta que usar un extranjerismo no significa una incorrección; en algunos
casos sería un uso superfluo cuando no es realmente necesario porque el vocablo
existe en la lengua de origen.
Cuando la palabra
no existe en la lengua de llegada
Si no existe una
palabra adecuada para sustituir el vocablo extranjero, las soluciones pueden
ser:
a)
La
adaptación fonética y gráfica
b)
El
calco (pasar a una lengua un rasgo característico de otra, ya sea fonético,
estructural o semántico).
Adaptaciones
fonéticas y gráficas más comunes
a)
Transformación
de –y en –i: dandi, poni, penalti.
b)
Pérdida
de la -t final en palabras comúnmente de origen francés: cabaré, bufé, capó,
parqué.
c)
Adición
de la –e en palabras que comienzan con s + consonante: esmog, esquí,
espaguetis, estéreo.
d)
Los
grupos vocálicos se simplifican y adaptan a la pronunciación y grafía española:
iglú (igloo), líder (leader), pedigrí (pedigree), rosbif (roast-beef).
Hay palabras que
por su facilidad de pronunciación se incorporan sin ningún cambio, como por
ejemplo chip, gay, kit, test, web, etc.
Muchos
extranjerismos se seguirán usando hasta que no se adapten o se cree el
sustituto adecuado: ballet, blog, blash, link, etc.
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