Los verbos indican una acción en el tiempo y tienen una conjugación que varía según la persona y el número, el tiempo, el modo y el aspecto.
Los verbos
de la lengua española se componen de una raíz, que indica el
significado léxico de la palabra; y una terminación, también llamada
desinencia, que indica la persona y el número del sujeto; así como el
tiempo, el aspecto y el modo de la oración.
Por ejemplo, en la forma
vivo, la raíz, viv- es la que indica la idea de vivir, y la desinencia -o indica primera persona del singular, del presente del modo
indicativo.
La persona y el número de los verbos
La
desinencia de primera persona refiere al enunciador (yo); la de segunda
persona refiere al destinatario de la enunciación en forma informal
(tú) y la de tercera persona puede referir a personas ausentes (él,
ella) o a un destinatario en registro formal (usted). El número del
verbo se suma a la persona para indicar si se trata de una o varias
personas (singular o plural).
El tiempo absoluto del verbo
Para hablar del tiempo como categoría gramatical,
es necesario distinguir entre tiempo cronológico y tiempo lingüístico.
Éste último se basa en el cronológico, pero no coincide totalmente con
él. El tiempo lingüístico se basa en el establecimiento de un punto
cero, que no es estático, sino móvil.
Los tiempos que se miden
desde el punto cero, o sea que se relacionan directamente con la
situación de comunicación, se denominan absolutos. Los que indican
anterioridad con respecto al origen son los pretéritos perfecto
compuesto, perfecto simple o indefinido e imperfecto. El que indica
posterioridad es el futuro imperfecto.
El tiempo relativo del verbo
Los tiempos que se miden
teniendo en cuenta un punto de referencia secundario (que también se
relaciona con el origen) se denominan tiempos relativos. Son el futuro
perfecto, el condicional simple, el condicional compuesto, el pretérito
pluscuamperfecto, y el pretérito imperfecto, en algunos de sus usos. En
estos casos se toma como referencia un punto cualquiera de la línea
temporal para señalar con respecto a él la anterioridad, simultaneidad o
posterioridad. Por ejemplo: Me dijeron que Juan se había casado, se
había casado es anterior al punto de referencia (me dijeron).
Los modos verbales
El
modo indica la intención del que habla o escribe: en general el modo
indicativo presenta un hecho como real; el modo subjuntivo expresa un
deseo, una posibilidad o una duda, casi siempre con un matiz futuro; y
el modo imperativo, una orden, una invitación, un pedido o un consejo.
El
modo es la categoría verbal que puede expresar las diferentes actitudes
que asume el hablante ante las acciones verbales que enuncia.
El aspecto del verbo
El
aspecto se relaciona con la forma en que ocurre o se desarrolla la
acción a la que hace referencia el verbo. Puede implicar un cambio o la
ausencia de un cambio
(madurar, estar verde); alcanzar un límite o carecer de él (llegar,
viajar); realizarse de forma única o repetida (disparar, ametrallar); de
forma permanente, habitual o intermitente (ser argentino, coquetear,
parpadear).
El aspecto también informa la extensión temporal de la
acción: un período no acotado de tiempo, un intervalo acotado, un
instante.
Todo este tipo de información se manifiesta a través de
diferentes procedimientos: puede estar en la raíz verbal, en ciertos
morfemas derivativos (rever, ver), en la flexión (caminaba, caminó), en
determinadas perífrasis (empezar a, acabar de).
El
fenómeno de la voz o diátesis presenta una de las mayores diferencias
entre el español y las lenguas cultas de la antigüedad, modelos de las
gramáticas tradicionales. El griego clásico presentaba formas activas,
medias y pasivas; el latín, sólo activas y pasivas. Las lenguas romances,
en cambio, han conservado las desinencias activas y han recurrido a las
perífrasis o a otras estructuras para indicar pasividad.
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